Tan
imprevisibles son las consecuencias de sus actos que el hombre resulta
finalmente mero espectador de la historia que hace. (Escolios nuevos, p. 36)
Tal es la complejidad de todo hecho
histórico que siempre podemos temer que de un bien nazca un mal y siempre
esperar que de un mal nazca un bien. (Escolios nuevos, p. 37)
La única razón de esperar fue expresada cabalmente por Huizinga en unas de sus últimas palabras: “El hombre felizmente no tiene la última palabra”. (Escolios nuevos, p. 37)
* * *
[Por favor
prescinda de lo siguiente si lo anterior es claro para usted, como de hecho
deseo].
Comentario (con perdón de don Nicolás y de los
lectores):
El primer
escolio no puede sino hacer sonreír, por la verdad palmaria que expresa y
porque, al entenderla, nos arrebata la frecuente, y falsa, sensación de
señorío, de algún dominio sobre la “vida”, así como nos quita y libera de la
importancia que, también falsamente, nos atribuímos. Aun cuando con plena
deliberación logremos algo de lo que efectivamente nos proponemos, los frutos
deseados están o cargados de unos bienes muy superiores a los deseados, o
rodeados de esa pestilente baba que suele ir sembrando o nuestra soberbia, o el
demonio encargado de cada uno de nosotros.
Entendido
eso no pude dejar de trascribir el segundo escolio, leído con anterioridad en
la página siguiente a la del primero. ¡Qué felizmente sintetiza don Nicolás, al
mencionar lo que podemos temer y lo que debemos esperar, nuestra humilde
injerencia en la historia!
De allí que
haya trascrito el tercer escolio, sabiendo que con los otros lograría una mejor
comprensión de él, y que él iluminaría a los otros. ¡Qué tranquilidad debe
darnos la esperanza, la seguridad de que el hombre no es el señor de la
historia! Ni Hitler, ni ningún otro poderoso, ni todos los que intentan imponer
y someter y dominar —que son los que caen en grande en la tentación del
endiosamiento—, ni nosotros, en la pequeña escala de nuestra gran soberbia
limitada por nuestra pequeñez de medios, “nos saldremos con la nuestra”.
Espectadores,
perplejos observadores de lo que hacemos: y no por ello ni menos libres ni
menos responsables.
[Johan Huizinga fue un estudioso, pensador e historiador holandés; murió en 1945, en no lejano exilio de su hogar decretado por los nazis]