Escolio CCCIII

   Sólo redimirán la ciudad moderna las ortigas que crezcan en sus ruinas. (T. II, p. 286)



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[Por favor prescinda de lo siguiente si lo anterior es claro para usted, como de hecho deseo] 




Comentario (con perdón de don Nicolás y de los lectores):




   Lo que a mí me parece que dice Don Nicolás es que nada bueno ha traído la modernidad, la actual “civilización” o “ciudad” (del latín civitas), y que lo único por lo que se le podría aplaudir (así se “redime” algo, se salva de la condena total) será algo futuro y en realidad un mal fruto, una yerba espinosa que todos tememos. ¿Qué otra cosa sino una maleza puede nacer en un suelo infectado y lleno de podredumbre, dañino a más no poder? Pero un fruto, al fin y al cabo, y que, como cualquier cosa existente, algo de bondad tiene.


   Ya sé que a muchos molesta semejante afirmación. Estamos tan acostumbrados a este mundo nuestro, nuestra vida depende tanto del aire en que nacimos, que no vemos cuán malo es, cuán dañino, cuán lejano del sabio y bueno deseo de Dios. No es extraño que no lo percibamos, pues solo puede verse cuando se hacen grandes esfuerzos para juzgar con mejores criterios que los que la misma modernidad ofrece, y que casi nadie se toma el trabajo de hacer. Para juzgar con criterios distintos es importante juzgar los mismos criterios a la luz de algo superior, y para ello es importante mirar con distancia, alejarse, “extrañarse”, lograr alguna perspectiva; aquella de la que también carece el hombre moderno, hombre tonta y fatalmente ignorante. ¿Que no? Claro que lo es: ¿sabe mi lector por qué nos saludamos con la mano derecha, por qué nos besamos, qué pájaro canta en la mañana cerca de su ventana, qué tipo de árbol tiene cerca de su casa, quién fundó la ciudad en que vive, por qué vestimos pantalones…? Ignorantes empedernidos, adormecidos y anestesiados, nos creemos sabios porque usamos artefactos más sofisticados y porque, como todos los hombres vivos de la historia, en cada momento rompemos la membrana del tiempo: embriaguez de gloria tonta cuya resaca (¿tampoco sabe lo que es?) no tiene rival.


   Lo que dice Don Nicolás no implica que no haya cosas buenas ahora (tanta cosa venida de atrás, pero ya viviendo como fantasma en medio de nosotros), sino que lo moderno no es nada bueno de suyo, no ofrece vida sino muerte.

   ¿Cuándo acabará de morir para conocer la purificación de la ortiga?