El moderno no reprueba una idea moderna aun cuando le parezca
estúpida. (Escolios nuevos I, p. 171)
* * *
[Por favor prescinda de lo siguiente si lo anterior es claro
para usted, como de hecho deseo]
Comentario (con
perdón de don Nicolás y de los lectores):
Es una actitud constitutiva de nuestro común modo de ser la
de apreciar lo nuevo por ser nuevo (y la aversión concomitante de todo lo
anterior, de todo lo que parezca viejo). No parece importar a la gente si algo
es de verdad bello, si es de verdad bueno, si es realmente verdadero. En otras palabras:
la bondad, la verdad y la belleza de algo dependen, para nuestra sensibilidad
compartida, de la novedad del objeto: la noticia, el invento, el libro, la
película... han de estar “calientes”. Si no tiene algo de “novedad” no nos
sirve. ¡Cuánto despilfarro hay en esta actitud! ¡Cuánta traición a la
humanidad! ¡Cuánto irrespeto hacia nuestros “padres”! Y ¡cuánta hipocresía
cobarde: ¿decir públicamente que algo nuevo es tonto?!
Ejemplos: entrar a un museo lleno de estupideces que pasan
por arte y no salir corriendo, y mirar con asombro hipócrita aunque no se
entienda nada; comprar libros por lo que “dicen” las contraportadas y porque
“todos” lo tienen, ir a cine porque la película “es famosa”…. El contraejemplo:
lo que yo hago y de lo que intento advertir a otros es una especie de blasfemia
a los oídos de los que me conocen (algunos ya no lectores de estos envíos):
rechazar, y decir a otros que es mejor hacerlo, la televisión, el cine estadounidense
posterior al año 60 y la mayor parte del cine europeo (excepción hecha del
inglés). Otro tanto digo de la música, y de la literatura, y de la pintura…
¿Quién me oye sin sentir que debe cerrar sus oídos a semejante despropósito?
Creo que esto que padecemos se debe a la degeneración de la
inteligencia, a su atrofia; a esta esclerosis intelectual que padecemos los
mal-educados por el sistema escolar —no es otra cosa que “amnesia programada”
(Steiner)—, y por las muchas horas de embrutecedora TV. ¿El culpable de todo
esto? Los padres (todo educador, todo hombre que influye en los “pequeños”).
¡La verdad, la verdad, la verdad! ¿Quién ama ahora la verdad?
¿Quién la busca con fuerza vital aunque esto signifique soledad, desprecio,
aislamiento, muerte?