Escolio CCXC



El capitalismo es realmente culpable de lo que lo acusan, pero condenarlo sólo a él garantiza la impunidad del verdadero delincuente. (Escolios nuevos, p. 171)

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[Por favor prescinda de lo siguiente si lo anterior es claro para usted, como de hecho deseo]

Comentario (con perdón de don Nicolás y de los lectores):

   Por supuesto: este sistema espantoso de (des)organización económica acarrea todo tipo de males para el ser humano, entre otras cosas porque le hace creer que acumular es algo bueno, cuando es uno de las peores tonterías que puede hacer; o porque le “enseña” con toda deliberación a considerar el lucro no como algo que debe satisfacer sus necesidades a cambio de la prestación del servicio —toda labor en la sociedad lo es—, sino como una oportunidad de aprovecharse de la necesidad o la estupidez ajenas para lograr esa acumulación. En definitiva hace del hombre un idólatra (sacrificando su vida al dinero, a los bienes materiales), un ser prostituído que intercambia algo sagrado, su ser mismo, por algo cuyo valor, comparado con el suyo, es negativo.
   Pero el capitalismo no se engendró a sí mismo: es hijo. ¿De quién o de qué? ¿De la fe protestante, según lo que creía Max Weber y trató de probar en una de sus obras? Hay quien demuestra lo contrario (ver aquí). Pero si fuera el protestantismo, no por virtud sino por el natural desarrollo de las leyes del espíritu, sería en definitiva hijo de quien engendra todo error, pues el protestantismo es uno de los peores jamás engendrados y paridos. He ahí al culpable al que se refería Don Nicolás.
   ¡Cuán engañados andamos todos! ¡Hasta nos creemos que sea verdad -¡realidad inexorable!- esa odiosa justificación de la avaricia y el aprovechamiento de la necesidad ajena que llaman “ley de la oferta y la demanda”!