Cuando la vejez logra ser bella, no hay belleza juvenil que
le gane. (T. II, p. 79)
* * *
[Por favor prescinda de lo siguiente si lo anterior es claro
para usted, como de hecho deseo]
Comentario (con
perdón de don Nicolás y de los lectores):
Son pocos los afortunados que logran percibir la belleza de
la vejez, pues ahora es la que más se nos oculta; en general sólo apreciamos la
belleza del ser entre los 6 meses y los 5 años, más o menos, y entre los 15 y
los 34, por decir algo. Hay excepciones, claro, y tal vez muchas, pero la
pertinaz y aplastante manipulación de la imagen de las y los modelos han hecho
una tarea tan exitosa como destructiva. Quizás no haya nada que nos haya hecho
tanto daño —exceptuando tres o cuatro cosas, entre las que cuento la música—
como el uso y el abuso del cuerpo humano a modo de anzuelo de nuestra atención.
No hay nada que carezca de belleza: en cada ser y en cada uno
de sus posibles estadios hay resplandores de divinidad. La vejez no es castigo,
y aunque ciertos aspectos suyos sean un mal fruto del pecado, la fuerza de la
Creación divina es superior, y en ella irradia esa fuerza, y deberíamos percibirla
y ser arrobados… como a algunos ocurre cuando se les concede el milagro de dar
con ella.