Las mentes receptivas a todas las ideas son menos
hospitalarias que prostituídas. (Escolios sucesivos, p. 21)
* * *
[Por favor prescinda de lo siguiente si lo
anterior es claro para usted, como de hecho deseo]
Comentario (con
perdón de don Nicolás y de los lectores):
Don Nicolás escribió esto, o así me lo parece, para dos tipos
de personas, y no para un tercero. En primer lugar dice algo a quienes “todo
les parece bien”, a quienes toda idea, sea verdadera o no —y sobre todo si está
“de moda”, si es lugar común, si es
parte del bagaje de su tiempo— les complace y la toman como suya, para luego
exponerla, tanto para defenderse de ciertos argumentos, como para justificar su
“open-mindedness” (apertura de mente). En segundo, a quienes pueden sentirse
tentados con aceptar esa postura vital para no estar “desfasados” o para no
sentirse contra corriente. A quienes
no se dirige es a quienes solo buscan la verdad: esos no se dejan ni tocar ni
“fecundar” por nada que no pase el examen, por nada que no esté bien fundado,
por nada que no “cuadre” con lo mejor que se ha dicho y pensado, y sobre todo
con La Palabra Divina.
Y entonces traduzco: el “open minded” en este sentido (no el
comprensivo, no el que procura amar a todos odiando la mentira o el error), se
parece más a una mujer prostituta que a una dama buena anfitriona; pues el buen
anfitrión no permite ni tolera cualquier modal, e “impone” un tono, la
elegancia, y logra lo mejor del huésped, mientras que la mujerzuela (la que se
entrega sin todas las debidas condiciones) tiene que soportarlo todo: ese
cebarse en ella propio del “anfitrión”, cualquier bajeza, cualquier villanía.
¿Con qué autoridad moral podría exigir un determinado comportamiento?
La verdad, la bondad y la belleza (del cuerpo, de las
maneras, del decir…) siempre van juntas.