CCCXXII

  Lo más común nos deslumbra de pronto con esplendor de epifanía. (Escolios nuevos, p. 120)

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[Por favor prescinda de lo siguiente si lo anterior es claro para usted, como de hecho deseo.]

Comentario (con perdón de don Nicolás y de los lectores):
   Epifanía significa manifestación, y suele usarse para aparición de lo trascendente, de lo que está “más allá” de lo que suelen percibir nuestros sentidos. Ante ella, la respuesta de un ser es la del sobrecogimiento, sobresalto temeroso, terrible sensación de pequeñez. No puede ser de otra manera: todo ser creado (para Dios no hay epifanías) es algo pequeño (no de tamaño, aunque también), pero no es constantemente consciente de esa pequeñez. La grandeza del Ser, Su perfección, Su poder, sobrecogen, con espanto al desprevenido, pero siempre con temor a quien de ese modo se le hace presente su pobreza, miseria, impotencia…, su real condición.
   Todo (un niño, un viejo, un ser feo, una fiesta cualquiera, una fruta…) puede ser ocasión de epifanía, pues en todo hay algo que nos dice de la divinidad, pero solo puede serlo cuando la luz habitual desaparece y nos es iluminado con la luz poderosa de lo sobrenatural. El arte (lo que merezca ese nombre, claro) contiene habitualmente la potencia de esa luz, y quien busca la belleza honradamente se hace susceptible a frecuentes epifanías. Pero nuestro espíritu puede hacerse capaz de esa luz especial sin necesidad del arte, puede hacerse digno receptor si sabe prestar atención a la realidad, a la que sea. Basta mirar con detenimiento, con la suficiente atención, con la correcta disposición.
   Observe mi lector con atención en estos días un pesebre, uno de esos que representa bien lo que se narra en los Evangelios. Si mira detenidamente, como si fuera la primera vez que lo mirara y lo hace con el asombro natural de quien no sabe qué ocurrió allá, preguntándose por el quid de aquéllo, puede verse sorprendido por algo semejante a lo que hizo arrodillar a pastores, reyes y padres de ese Niño: El Dios tres veces Santo hecho bebé indefenso, escondiendo Su Divinidad para que el hombre se anime a abrazarLo como Él desea.
    ¿Hay algo que atemorice más que la Potencia Dadora de Ser dirigiéndose amorosamente a cada uno de nosotros? Y ¿hay algo más “común”?