Para no ser crápula hoy se requiere un alma casi tan
vigorosa como en otros siglos para ser santo. (T. II, p. 133)
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[Por favor prescinda de lo siguiente si lo anterior es claro
para usted, como de hecho deseo]
Comentario (con perdón de don Nicolás y de los lectores):
Crápula es
sustantivo (confío en que mi lector sepa qué es un sustantivo) usado para
referirse al hombre que vive en el vicio y el libertinaje, aquel don Juan
Tenorio que no se priva de mujer que lo atraiga (si logra seducir, claro, o si
no recurriendo a todo tipo de placebos), que no se niega cuanto placer le pide
el cuerpo y su interior, que evade todo deber, que no es “leal” sino a sí
mismo, que vende todo (familia, amigos, principios que haya podido tener como
suyos) a cambio de seguir su antojo y su parecer.
En razón de la
invitación casi obligante de la actual propaganda y del medio en que vivimos,
de las costumbres de las que estamos rodeados y que nos presentan como si
fueran lo natural y camino a la felicidad, don Nicolás dice que la evasión de
semejante vida, a la que todos nos sentimos tentados (claro, he ahí el
peligro), requiere de una fuerza interior muy grande, pero grande realmente. Y
así es: escapar a la propaganda obscena (¿no lo es toda, pues toda es
mentirosa?), a la música hedonista actualmente omnipresente, al cine corruptor
posterior al año 60, y a la maldita y tonta, tontísima televisión, es cosa de
héroes (conozco a 3 ó 4); evitar toda seducción que se nos cruza; no caer en la
constante invitación al licor de más, a la comida de más, a los gustos
caprichosos (siempre de más, siempre insatisfechos), y evitar toda curiosidad,
que es la que nos lleva a acercarnos a la invitación misma…, requieren la
“virtud probada” del santo. ¡Quién lo fuera!