La relación entre
volición y movimiento es mágica.
Resulta inútil tratar
de disimular el escándalo con definiciones ad hoc. (Escolios sucesivos, p. 100).
* * *
[Por favor prescinda de lo siguiente si lo anterior es claro
para usted, como de hecho deseo]
Comentario (con perdón de don Nicolás y de los
lectores):
Quien se ha detenido a observar el proceso por el cual damos la
orden de movimiento a cualquier parte que de nuestro cuerpo está sometida a
nuestra voluntad, no puede sino sentir un asombro que se convierte en algo así
como estupor. ¿Cómo ocurre eso? ¿Quién y cómo da la orden, a qué y cómo? ¿De
qué modo llega esa orden a la parte en cuestión? ¿Cómo se mueve?...
No hay respuestas. Lo mucho que puede haber son nombres
(etiquetas más o menos bien puestas) de algunas de las realidades implicadas:
voluntad, organismo, cerebro, nervios, energía, mano… Nada que realmente
explique o dé razón del cómo y de la relación entre las partes. ¿Magia? Algo
así. De modo innegable, algo no material dando orden a la materia pues la
materia no se mueve a sí misma.
Como se ve, no hay que ir lejos para toparse con misterios.
Las maravillas que pueden hacer los hombres con sus cuerpos… y nadie, salvo el Creador, sabe cómo las realizan. ¿De dónde tanta soberbia, tanto engreimiento, tanto amor propio si ni siquiera sabemos cómo opera el principal de nuestros instrumentos? No sabemos prácticamente nada de nosotros mismos en tanto agentes de lo que hacemos, ¿y nos gloriamos como dioses?
Las maravillas que pueden hacer los hombres con sus cuerpos… y nadie, salvo el Creador, sabe cómo las realizan. ¿De dónde tanta soberbia, tanto engreimiento, tanto amor propio si ni siquiera sabemos cómo opera el principal de nuestros instrumentos? No sabemos prácticamente nada de nosotros mismos en tanto agentes de lo que hacemos, ¿y nos gloriamos como dioses?